jueves, 19 de junio de 2008

La amistad



Es un sentimiento exelso. El amigo nos transmite la más pura expresión del alma; nos brinda su aprecio lejos de todo cálculo oportunista.
No es amigo aquel que acompaña a una persona sólo en las horas de su triunfo, de sus momentos exitosos.
El que abandona al amigo es el hombre interesado y cerebral que carece de la ética superior de la amistad. Que esta al lado de alguien por conveniencia y mientras esa relación le otorgue beneficios y ventajas.
El que traiciona al amigo tiene corrompida el alma. Es la negación de los sentimientos que honran al ser humano.
La amistad es presencia cierta en los momentos de alegría y en las etapas de infortunio. Bien se ha dicho que hay que ser amigo de una persona, no por sus virtudes, sino a pesar de sus defectos.
El amigo comprende, auxilia, coopera, alienta. Su gesto no es la frase estridente de los hipócritas y los fariseos, sino el callado ejercicio de la solidaridad vital, profuna estrañable.
El amigo nunca rehuye acompañarnos en los instantes de dura prueba a que nos somete el destino. No busca nuestra recompensa, porque su verdadera recompensa está en la tranquilidad de su conciencia.
El traidor se disfraza de amigo intransigenta leal, pero en las horas decisivas, usa el puñal de la ingratitud y de la más abominable miseria moral.
Fomentemos una cultura de la amistad. O sea, una cultura del espíritu altruista, generoso. De un espíritu que es apoyo moral imperturbable cualquier sea la contingencia que se viva.
Cultivemos la amistad lejos de vergonzosos criterios mercantilistas o de pragmatismo inmorales. Y siempre tendremos una hermosa gratificación moral como el mejor premio a la inalterable nobleza de nuestra conducta.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola... tu blog me parse muy interesante, en realidad si son minutos de sabiduria o mejor dicho muchos minutos de sabiduria